sábado, 30 de abril de 2011

PLAN DE INTERVENCIÓN CON LAS FAMILIAS

En este caso vamos a tratar de explicar un plan de intervención a las familias, centrándonos en las fases del proceso que llevamos a cabo para solventar los problemas del paciente.
Nuestro paciente, era un niño llamado Daniel, que tenía diez años y diez meses, que cursaba quinto de primaria, y sabíamos que tenía dos hermanos mayores, uno de catorce años y otro de doce.
Para comenzar, empezaremos con la primera fase, llamada fase para establecer la relación entre el logopeda y la familia. Ahí intervinimos a través del respeto, ayudando a la familia con preguntas abiertas. Los padres nos contaron sus vivencias de su hijo Daniel, desde el embarazo hasta la situación en la que estábamos en ese momento.
Vimos que en su historia había antecedentes de posible hipoxia perinatal, pero hasta el día de la primera entrevista, no había padecido enfermedades importantes, aunque había sido operado en dos ocasiones, de apendicitis y de vegetaciones.
Los problemas comenzaron, según los padres, desde que comenzó a hablar, presentando un retraso en la adquisición de su lenguaje.  
Se le diagnosticó problemas de pronunciación y múltiples difluencias frecuentes. En primero de primaria, presentó dificultades en el lenguaje oral y en la lectoescritura, en su colegio bilingüe inglés, por lo que los padres le cambiaron de colegio y tras consultar con un psicólogo se le diagnosticó dislexia.
Estuvo en tratamiento por la dislexia durante siete meses y superó las dificultades. Aunque llegó a superar sus problemas de lectura, presentó miedos al leer delante de su clase.
Los padres decidieron comenzar un tratamiento logopédico, durante casi un curso, pero lo suspendieron. Aunque la madre y el hermano, intentaron modificar la conducta de Daniel en casa.
Nos basamos en la historia clínica, donde detectamos problemas cognitivos en el niño, pero también fuimos conscientes de sus dificultades en la lectoescritura.
Analizando el tipo de conducta del niño, vimos que era tímido, pues presentaba temor a leer delante de la clase y miedo a las burlas.
Presentaba un escaso lenguaje espontáneo, con baja inteligibilidad por problemas de comunicación, a parte de los bloqueos y el tartamudeo.
Con todos los datos que obtuvimos, se los comentamos a los padres, creando así un vínculo positivo de colaboración entre ambas partes, para pasar así a la segunda fase, llamada búsqueda de soluciones.
A la hora de encontrar soluciones, el logopeda y la familia, deben implicarse, para propiciar poco a poco cambios en la comunicación y en el lenguaje del niño. Principalmente, la familia debió de tomar conciencia de las situaciones de Daniel, para que obtuviera un mayor progreso.
Tras la escasa motivación que presentaba Daniel, vimos conveniente, crear una buena interacción para aumentar su interés, y conseguir alcanzar una mayor comunicación.
Le hicimos participar en técnicas de seguimiento, a través de un patrón de lectura lento, para poder realizar sus tareas de lectura.
Con este proceso, conseguimos que el niño omitiera los bloqueos y le ofrecimos más pautas para que continuara su lectura sola. Después, contamos con la colaboración de la madre, que llevaba a cabo ejercicios en casa en este mismo proceso.
Una vez que tuvimos solventado el problema de la lectura, instauramos el patrón de habla lento, primero en la sala de logopedia y después en casa, con su familia, con especial ayuda de su madre y su hermano mayor.
Al inicio de la terapia en casa, debió hablar un tiempo limitado con su madre, utilizando el habla lento y evitando los bloqueos, para así introducirse en la conversación con el resto de la familia y conseguir que Daniel afrontase las situaciones conflictivas respecto a su habla.
Se acordó con él, probar la lectura en clase usando los recursos aprendidos. Antes de aplicar el plan, tomamos contacto con el profesor, para que colaborase a la hora de tolerar una lectura más lenta y ayudar a Daniel dándole indicaciones al iniciar la frase.
Pasamos así a la tercera fase, conocida como fase de enseñanza de recursos para la comunicación. En esta fase, enseñamos a los padres cuales eran los recursos que podían llevar a cabo para una buena comunicación.
Recomendamos a los padres utilizar la observación directa y observar las distintas situaciones para poder ayudarle.
Para comenzar, recordamos a los padres que debían usar aspectos lingüísticos sencillos, y un vocabulario no excesivamente dificultoso, para que el niño pudiese comprender mejor.
También se les recomendó que entrenasen la relajación, ofreciéndolos el método Jacobson (1933), adaptándolo a su edad.
Insistimos en la práctica regular de los ejercicios en casa, para que pudiesen mostrar a su hijo que la tensión era controlable en situaciones que le creasen nerviosismo.
Les mostramos a los padres algunas estrategias para que pudiesen fomentar la seguridad de su hijo. Cuchichear o emitir un sonido prolongado al comienzo de la emisión, eran algunas de las estrategias que les sugerimos.
Recomendamos a los padres animar a su hijo en la aplicación de los recursos aprendidos en consulta y valorar sus avances.
Después de ésta, pasamos a la cuarta y última fase llamada fase de seguimiento. En ésta, realizamos el seguimiento con el niño, reducimos las sesiones a una sola semanal, y dimos unas pautas y ejercicios a los padres que deberían practicar en casa.
A los padres se les recomendó ayudar y apoyar a su hijo para que éste aplicara todo lo aprendido en las sesiones, en su vida cotidiana.
A lo largo del proceso, nos encontramos con situaciones conflictivas, con las cuales surgieron nuevas repeticiones. Se les explicó a los padres que esto era normal, y que formaba parte de la evolución habitual del niño.
Se pasó posteriormente a sesiones quincenales, para poder ir resolviendo aquellos problemas que se fueron presentando.
Así, a los diecinueve meses de tratamiento, se le dio el alta, y a los dos años de iniciar el tratamiento, persistían todos los avances que Daniel realizó en su proceso.

martes, 26 de abril de 2011

Aprendizaje Basado en Problemas 3

En este caso vamos a analizar lo que le ocurre a Juan para que podamos explicárselo a los padres, a los cuales va dirigido nuestro texto. Explicaremos todas aquellas dudas que tienen sobre la adquisición del lenguaje de su hijo.
En primer lugar, vemos conveniente hablar de las dificultades articulatorias que presenta Juan en determinadas palabras, aunque parece ser que las comprende todas, por lo que a simple vista, podemos decir que no tiene un gran problema, sino que consiste en un proceso normal de la adquisición de su lenguaje.
Sabemos que la comprensión semántica se adelanta a la producción semántica, ya que para producir es necesario comprender. En todos los idiomas, hay evidencias de que la comprensión de los significados es previa a la expresión de los significados. Pensamos que el niño se encuentra en la edad de los 10 a los 18 meses.

 La edad de referencia para la comprensión de estos significados en el niño, son los 9 meses. Los niños suelen comenzar su actividad comprensiva respondiendo a su nombre y con la palabra “no”, que es una palabra reguladora de conducta. Se dan casos de respuestas generalizadas sobre los 12 meses, ya que a base de muchos ensayos, el niño da respuestas automatizadas, pero no entiende el concepto, el significado.

La comprensión inicial está limitada por los conocimientos y las experiencias del niño, por lo tanto está limitada al “aquí” y al “ahora”, lo que quiere decir que nos dará un objeto que le pidamos, o entenderá algo que acabe de suceder.

A los 15 meses los niños ya comprenden órdenes sencillas del tipo “dame”, “ponte esto”, “¿dónde está?”, “¿qué haces?” etc., el niño responderá a estas preguntas siempre que tengan un orden lógico.

A partir de los 18 meses, aproximadamente, el niño ya puede buscar objetos que no están presentes, aunque la limitación de comprensión todavía perdura. A esta edad el niño ya entiende órdenes más complejas. Cuando el niño se aproxima a los 2 años, empieza un periodo de adquisición de muchas palabras. A los 2 años, el niño ya comprende entre 300 y 400 palabras. A los 3 años rondaría ya las 1000 palabras y a los 4 años estaría entre las 1600 y 1800 palabras (varía mucho de un niño a otro).

En este espacio, debemos de hablar de la maduración de la laringe. Ésta, a los dos años baja, y deja más espacio para que las cuerdas vocales vibren y que se produzcan mejor los sonidos. La articulación de sonidos será más precisa.
            Podemos encontrar, que en cuanto al sistema fonológico de Juan, existen una serie de dificultades en la producción de sonidos. Vemos que éste puede presentar dificultades articulatorias debido a que hay ciertas palabras que son dificultosas por sí mismas, otras que presentan coarticulación (secuencia de varias consonantes diferentes y la proximidad de unos sonidos a otros) o que sean demasiado largas (polisílabas).
            Estas son dificultades normales en el proceso de adquisición del lenguaje, que a su vez podemos complementar clasificándolos según el modo de articulación, destacando como mas difíciles las llamadas liquidas vibrantes, en las que la lengua produce una o más vibraciones, son las palabras que contienen los fonemas /r/ y /rr/. Desde el punto de articulación, son las llamadas alveolares, en las que la punta de la lengua, como órgano activo, toca los dientes superficiales. Son las palabras que contienen  los fonemas /s/, /h/, /l/, y /r/. Desde el punto de vista de la vibración de las cuerdas vocales, son las sonoras, con muchas vibraciones en las cuerdas vocales. Son las palabras que contienen los fonemas /b/, /d/, /m/, /n/, /r/, etc.
Atendiendo a todo lo dicho anteriormente, debemos explicarles a los padres, que si las dificultades articulatorias que el niño presenta en determinadas palabras contiene los fonemas nombrados, estaremos hablando de dificultades propias en el proceso de adquisición del lenguaje y no deberían de preocuparse en exceso, ya que estaría dentro de los parámetros establecidos.
            En vez de un problema, creemos que el niño está en la etapa holofrástica, la cual se da de los 10 a los 18 meses, en esta etapa se produce un cambio en los procedimientos de aprendizaje (más crítico). McNeill habla de la etapa de la holofrase, en la cual hacen frases de una palabra, y ésta tiene una frase implícita. No tienen tanto vocabulario, por lo cual tienen dificultades expresivas que le impiden hacer emisiones más largas, aunque en su mente son más complejas (comprensión antes que producción).
            Recientemente, Juan designa a todos los animales de cuatro patas como “guau”, por lo que queremos explicarle a los padres que no es un problema, sino que Juan utiliza la estrategia de la sobreextensión, que se da de los 12 a los 18 meses, esto quiere decir que amplía el campo semántico de una palabra para referirse a varios objetos que tienen varios nombres en el mundo adulto.
            No deben darle mayor importancia de la que tiene, puesto que a medida que su vocabulario aumenta, esa sobreextensión irá desapareciendo.
En cuanto a la expresión fonológica que tiene Juan, al referirse a su pelota como “tota” nos encontramos que está en el proceso de asimilación. Este proceso se basa, principalmente, en cambiar un sonido por otro, los cuales son similares; por lo que observamos que sus padres tampoco deben darle importancia a esta situación.
Por todo ello concluimos que, son dificultades normales que no tienen por qué estar relacionado con una mala o pobre estimulación, pero recomendados a los padres que cambien esta actitud. Los padres deberán empezar a estimular a su hijo para evitar que estas dificultades propias de la adquisición del lenguaje, se conviertan en un problema, por no poder llegar a superarlo.

domingo, 3 de abril de 2011

MODELOS CONDUCTUALES Y MODELOS COGNITIVOS.

Este texto va dirigido hacia los alumnos de primero de bachillerato, que han optado por la asignatura de psicología.
Vamos a tratar algunas de las diferencias existentes entre los modelos conductuales y cognitivos; ambos modelos se pueden enmarcar dentro de la psicología.
Podemos decir que los modelos cognitivos son orientaciones teóricas que estudian la forma en que el conocimiento se almacena y se recupera de la memoria; sin embargo los modelos conductuales, se centran en la conducta dada y aprendida por la experiencia.
Observamos también que ambos modelos presentan tres diferencias: mientras que desde el modelo cognitivo observamos tres tipos de almacenes: registro sensorial, en el que se pierde la memoria con facilidad, y si aquí lo retenemos durante más de 10 o 20 segundos parará a memoria a corto plazo, que tiene una capacidad limitada, y si aquí la información obtenida la repasamos durante un tiempo llegara a la memoria a largo plazo, la cual posee una gran capacidad y una duración amplia. Mientras tanto, desde el modelo conductual, nos encontramos con tres tipos de aprendizaje: contigüidad, que son estímulos seguidos de otros y los niños los asocian y aprenden su significado; condicionamiento clásico, con el que se aprenden respuestas involuntarias, emocionales y fisiológicas a un estímulo; condicionamiento operante, en el que se producen cambios en la conducta debidos a las consecuencias que las siguen y en el podemos encontrar refuerzo y castigo.
También podemos apreciar como los modelos cognitivos nos explican la forma en que el conocimiento se almacena y recupera la memoria; mientras que los modelos conductuales nos explican como adquirimos una conducta y se centran más en el sujeto, conciben a las personas como aprendices pasivos. El aprendizaje se produce también por otros medios más complejos y activos. 
Otra de las diferencias que podemos encontrar entre los modelos cognitivos y los modelos es que el conductismo ve al hombre como una caja negra, donde lo único que importa es la respuesta y no que pasa durante la emisión de ella. Así afirman que lo que no se ve no existe. Su objetivo teórico es la predicción y el control de la conducta a través de condicionamientos. En cambio la cognitiva ve al hombre como una caja reflejada, donde los procesos superiores se tienen en cuenta a la hora de la emisión de la conducta, es importante tanto la respuesta como lo que sucede con ella en el cuerpo, se empieza a trabajar con la fisiología y lo que pasa en el cerebro. Pues así llegan a afirmar que el hecho de que no se vea no quiere decir que no existe.